Los comienzos del LED

Dr. Riccardo Ferrari

22 de Noviembre de 1998

rferrariEra Septiembre de 1984, cuando unos amigos me hablaron por primera vez del proyecto de crear una carrera en ingeniería electrónica en Asunción, Paraguay. Me acuerdo que yo y mi señora habíamos ido a visitar a Anna y Livio Michelini, dos compañeros nuestros del tiempo de la universidad. Desde hace unos meses atras ellos habían ido a Belo Horizonte, Brasil, para trabajar en un programa de cooperación internacional. Estaban de vuelta en Italia por pocos días, para terminar algunos documentos. Fuimos juntos a ellos, a la casa de sus padres cerca del Mar Ligure, en una hermosa jornada del comienzo del otoño. Después de un rico almuerzo, nos contaron del AVSI, la organización por la cual ellos trabajaban en Brasil. El AVSI, Asociación de Voluntarios para el Servicio Internacional, estaba comprometida en muchos proyectos internacionales con un estilo muy distinto al de muchas otras organizaciones de cooperación.

En el comienzo de los años ochenta la ola de proyectos de cooperación por medio de grandes obras de infraestructura, que había estado de moda en los años anteriores, se estaba apagando. Los límites de esta manera de ayuda al caminar de los países menos industrializados se habían manifestado, pues muy pocos eran los que aprovechaban de estas obras y grande era el costo comparado con los éxitos. Al final, las realizaciones se quedaban desproporcionadas con el resto del país en el cual habían sido construidas, se veían muy bien en fotos e informes, pero no llevaban el empuje esperado al adelantarse de las condiciones generales del lugar.

Frente a estos grandes proyectos de cooperación entre Estados, movidos por encima de todo por factores de política internacional, las organizaciones no gubernamentales, conocidas como ONG, habían propuesto otra forma de solidaridad internacional. Lastimosamente, muchas de estas iniciativas estaban atrapadas en pre-conceptos ideológicos y sentimentales tanto como las otras en intereses económicos y geopolíticos.

La experiencia del AVSI era distinta por la convicción de sus fundadores y miembros, llevados a reconocer en el hombre el recurso primario de cualquier progreso; el hombre concreto, con sus preguntas fundamentales de justicia, felicidad y verdad. El hombre de los países más ricos, que necesita compartir con otros no solamente su abundancia de medios, sino también sus experiencias y patrimonios culturales, para no perderlos, para no olvidar o para volver a encontrar el sentido original de los mismos, al final para no perderse a sí mismo. El hombre de los países menos adelantados, que necesita técnicas, competencias y medios, pero sin perder su originalidad y su particular experiencia con los cuales quiere contribuir a la construcción de la más grande morada humana.

Esta modalidad de mirar a la dinámica de la cooperación, llevaban al AVSI a concebir los proyectos sobre todo como encuentro de hombres con hombres. De aquí lo central de la figura del voluntario en las actividades de AVSI, y la importancia de la creación de un grupo mixto, hecho de voluntarios y personas locales, que llevara adelante los programas. De aquí la creatividad capaz de llegar más allá de la simple realización de algo pensado sobre la mesa del proyectista, pues un verdadero encuentro no puede menos que engendrar algo nuevo, que no se puede imaginar antes.

Unas de estas cosas me fueron explicadas en aquel día de Septiembre de 1984. Me fue también dicho de la voluntad de iniciar una cooperación tecnológica entre universidades de Latinoamérica. Ya desde hacía años el ingeniero paraguayo Luis Alberto Meyer, primer coordinador de la Facultad de Ciencias y Tecnologías de la Universidad Católica de Asunción, estaba buscando interlocutores para la creación de un departamento de ingeniería electrónica en la facultad. Había encontrado una primera respuesta en Carmelo De Blasi, ingeniero electrónico italiano, que desde el comienzo del 1982 estaba trabajando en Asunción, con el objetivo de preparar el plan de proyecto por obtener financiamientos y estaba, en aquel entonces, ya en contacto con el AVSI.

Anna y Livio habían sido involucrados en la búsqueda de colaboración con otras universidades latinoamericanas y nos describieron el proyecto. Lo mismo parecía ambicioso y lleno de entusiasmo al mismo tiempo. Entre las otras cosas, Anna nos dijo que se estaban buscando a voluntarios para la realización del proyecto y, no sin reírse, nos dijo que parecía algo hecho a medida para nosotros. De hecho mi esposa, Francesca, después de los estudios en Matemática, trabajaba en el sector de investigación y desarrollo software para sistemas de telecomunicaciones y yo me encontraba en IBM, en un proyecto de automatización de un laboratorio para mediciones de interferencias electromagnéticas.

Unos meses después de aquel encuentro, en el Diciembre de 1985, yo telefoneaba al AVSI, para fijar una cita en sus oficinas y ofrecer nuestra disponibilidad a trabajar en el proyecto.

El procedimiento de redacción y aprobación del programa era aún largo. Solo en Mayo de 1985 llegó una primera confirmación por parte del Ministerio del Exterior italiano. El documento presentado tenía el título de "Laboratorio Escuela para la Formación de Ingenieros en Electrónica" y detallaba el plan para el desarrollo de una carrera en ingeniería electrónica, incluyendo un primer bosquejo de las asignaturas y de las estructuras de los laboratorios. La orientación estaba primeramente dirigida hacia el diseño de sistemas electrónicos y de microcomputadoras en particular. Aunque la intención de llevar a cabo un programa multinacional, en coordinación con la Universidad Católica de Valparaíso en Chile y con la Pontificia Universidad Católica de Belo Horizonte en Brasil, fuese declarado de manera muy clara, la resolución del AVSI había sido la de presentar un plan solo para la parte relativa al Paraguay, de modo a volver menos complejo el proceso. A pesar de esto, el periodo necesario para la completa aprobación del proyecto y de su presupuesto fue aún más largo de lo esperado. Francesca y yo aprovechamos este tiempo para establecer enlaces con cuanta más organizaciones podíamos al fin de obtener apoyo y contribuciones para lo que se iba a realizar. Se trataba de documentarse sobre muchos aspectos: la didáctica y la investigación universitaria, las tendencias tecnológicas y de la industria, además todo esto tenía que estar relacionado con la situación de Latinoamérica en general y de Paraguay en particular.

La facilidades de comunicaciones y la riqueza de informaciones que se tienen hoy en día hacen que con mucha facilidad se crea que se conoce cosas de las cuales, en realidad, tenemos solo unas ideas y no tan claras. Este hecho se manifiesta muy bien cuando nos encontramos con la realidad de lo que se pensaba conocer. Como cuando fui por primera vez a Estados Unidos, algo que, sin darme cuenta, yo creía conocer por la gran cantidad de libros, películas y otra informaciones que había leído, visto y escuchado, y que, sin embargo, quedaban muy poca cosa frente de la realidad. Así mismo nos encontramos cuando nos pusimos a prepararnos para la tarea que teníamos enfrente.

La primera idea dibujada con el AVSI había sido de partir en Noviembre de 1985, para que fuera posible estar unos meses junto con Carmelo De Blasi, que había ya iniciado un pequeño laboratorio con un grupo de estudiantes y un profesor. Pero muchas complicaciones administrativas, que siempre hay en estas cosas, atrasaron los planes. Carmelo volvió en Italia en Diciembre de 1985, a su casa en Sicilia. La distancia y los compromisos no nos permitieron encontrarnos hasta el Abril del año siguiente. Lo hicimos en Rimini, cerca de las oficinas de AVSI de Cesena. Las conversaciones con él fueron muy importantes para adelantarnos en la comprensión de la situación que íbamos a encontrar, sus problemas y oportunidades. Siempre he creído que se tiene que empezar algo partiendo de lo que ya está, también en este caso este principio no me ha traicionado.

Carmelo nos describió su trabajo y el grupo de sus colaboradores. Fue en aquel entonces que tuvimos las primeras noticias acerca de Gerónimo Bellassai, el ingeniero paraguayo con el cual después compartimos todos los gozos y las dificultades del trabajo.

En aquellos meses habíamos seguido la preparación trabajando con asociaciones científicas y profesionales, pequeñas y grandes empresas, siempre encontrando respuestas muy positivas a nuestros pedidos, lo que demuestra cuanto se necesita que el propio trabajo alcance una utilidad más grande de lo calculado, del día a día.

Pero, alrededor del encuentro con De Blasi, unos cuantos hechos ampliaron la posibilidad de profundizar el contenido de nuestra actividad.

Uno de los estudiantes del grupo de Carmelo llegaba en aquel tiempo en Italia para seguir estudiando ingeniería electrónica en Padova. Además, otra pareja dio su disponibilidad para la participación en el proyecto: Marco Mercinelli y Paola Chiaraviglio. Paola era profesora de ingles, Marco investigador en el CSELT, Centro de Estudios sobre las telecomunicaciones y las tecnologías informáticas. Los estudios de Marco habían sido en Ciencias de la Información y su trabajo de tesis lo había llevado a Berkeley, donde había desarrollado componentes de código para el sistema operativo UNIX. Con estos y otros amigos empezamos a tener reuniones cada semana, con el objetivo de detallar mayormente el plan de trabajo, por lo que se podía hacer estando aún muy lejos de Asunción.

Francesca y yo llegamos a Asunción el 14 de Noviembre 1986, pasando del otoño a la primavera y de la preparación a la obra.

Todo el programa estaba atrasado un año, y esto se percibía muy claramente. La noticia de una nueva carrera se había difundido y muchos jóvenes tenían ganas de saber cómo iba a ser y cuando empezaría. Gerónimo Bellassai y su grupo habían ido adelante manteniendo el pequeño laboratorio con escasez de recursos y muchas dificultades, pues la incertidumbre alrededor del proyecto de cooperación había llevado a pensar en el cierre de las actividades.

Recuerdo un pequeño hecho el primer día que nos fuimos al Laboratorio de Electrónica Digital, el LED, como ya habían sido nombradas la dos pequeñas piezas cerca de las oficinas de la Facultad de Ciencias y Tecnología, al Campus de Santa Librada. Francesca, pasando alrededor de las mesas de trabajo y mirando un equipo, había preguntado a que servía, Gerónimo le había explicado lo que el equipo, fabricado en el LED, tenía qué hacer y cómo. Continuando la conversación Francesca había descrito otra técnica para la misma actividad y Gerónimo le había respondido: "Nosotros hacemos así". Pequeño ejemplo del riesgo que la diferencia siempre lleva consigo y comienzo del trabajo que todos, italianos y paraguayos, hubiéramos tenidos qué hacer en los años siguientes para transformar aquel riesgo en oportunidad y riqueza.

Si pienso en aquel primer encuentro no puedo dejar de considerar como es sutil la distinción entre las posturas y reacciones que hubieran podido llevar al fracaso y aquellas que llevaron al éxito. Gerónimo Bellassai, egresado de ingeniería eléctrica a la Universidad Nacional de Asunción, había ganado una beca para estudiar electrónica en Italia. Ya casado había tomado la decisión de ir a Italia hablando por teléfono con su señora, porque ella estaba esperando su primer hijo y él había estado enfermo de hepatitis y no quería contagiarle a ella. Su hijo había nacido mientras él estudiaba en Italia sin regresar por un año. Vuelto a Paraguay había empezado a trabajar con Carmelo y cuando él había regresado a Italia, Gerónimo había defendido el trabajo del grupo en contra de todas las tendencias que pensaban que el proyecto no pudiera ir adelante. Nosotros habíamos ido preparándonos para aquel momento por dos años, habíamos desarrollados nuestras ideas sobre el proyecto y éramos responsables de esto frente a las autoridades italianas que contribuían a su financiación. Las bases para un choque estaban todas, mas no fue así y mucho fue decidido en los primeros momentos de aquel encuentro. Es como cuando un barco parte y puede tomar cualquier ruta, después cuando la ha tomada y ha empezado a navegar no es sencillo irse adonde hubiera podido irse al comienzo, para bien o para mal. Aquella vez fue para bien.

Los últimos días del 1986 fueron un recorrido para alcanzar la presentación de un plan de asignaturas y una descripción general de las carreras que permitieran a la Universidad Católica anunciar los nuevos cursos y aceptar las inscripciones al año probatorio para los que querían seguirlos. Siguieron días y días que nunca terminaban, con largas horas de trabajo en las oficinas centrales de la Universidad Católica, revisando y profundizando con José Benza, responsable de la licenciatura en Análisis de Sistemas, el esquema de las asignaturas. Al final se logró presentar el plan y las nuevas carreras fueron lanzadas. Se había decidido ampliar el plan original que apuntaba solo a desarrollar la línea de ingeniería electrónica y se había incluido en el programa la carrera de ingeniería informática.

Uno de los primeros problemas de un curso de estudio es el nivel de preparación de los que entran y el nivel adonde se quiere llevarlos. En general hoy en día el nivel de preparación en física y matemática de los estudiantes que ingresan a la universidad es bastante escaso, ¡esto no solo en Paraguay! Física y matemática tienen dos aspectos, por un lado preparan a una capacidad de razonamiento lógico y abstracto, que se puede también obtener con otros medios como el estudio de los idiomas clásicos, greco y latino; por otro lado estas dos disciplinas proveen conocimientos de la realidad, técnicas de cálculos y capacidad de pensar por modelos que son las bases de la totalidad de las tecnologías modernas.

El nivel final que se le fija a estas dos disciplinas también determina el nivel de autonomía y de capacidad del egresado, pues cuanto más se llega a concebir las formulas y los modeles que se estudian como simples recetas, sin aprender el proceso de observación y reflexión que las ha engendradas, tanto más los alumnos será capaces solo de aplicar lo conocido, resolver problemas ya resueltos y, al final, no contribuir de alguna manera original aunque pequeña a la creación de nuevas soluciones.

Estos puntos fueron objetos de largas discusiones en la comisiones y en los grupos de trabajo que se constituyeron al comienzo del 1987 con el objetivo de finalizar el trabajo de preparación de los planes de estudio y llegar a programas detallados y esquema de correlatividades por todas las asignaturas de los cinco años de los dos cursos. Fue en aquel periodo que empezó su colaboración con el LED Benjamín Barán, trayendo consigo la experiencia ganada en el Departamento de Ingeniería Electrónica de Boston.

Los grupos de trabajo fueron formados con la intención de aprovechar sea de la experiencia de los profesores locales que la de los italianos. Por cada asignatura o grupo de asignaturas se asignó el trabajo de redacción de los planes a un responsable local y a un experto de AVSI. Este método siguió siendo aplicado por toda la duración del proyecto, no solo para la preparación de la documentación de los cursos, sino también para la enseñanza. Los dos profesores encargados de cada área compartían la responsabilidad de los cursos y juntos decidían como desarrollarlos aprovechando de las experiencias y de las perspectivas de ambos. Hay que decir que por la mayoría de los casos este método tan basado en la cooperación personal ha proveídos resultados excelentes, y ha dejado enriquecidos a todos. Por mi lado no puedo olvidarme del trabajo hecho con Carlos Sánchez para los cursos de física, disciplina que ambos queríamos y que tratábamos de enseñar en sus métodos y fundamentos, más allá de las formulas y de las técnicas.

Pero, como hacer que la diferencia no se volviera en factor de división y pelea, como aprovecharla? Esta pregunta fue la primera que yo y Gerónimo Bellassai, que había sido nombrado responsable del proyecto por parte de la Universidad Católica, nos hicimos.

Estamos en un tiempo en que se habla mucho de cómo trabajar juntos, las escuela de gestión empresarial están llenas de ejercicios para acostumbrar a darse cuenta que muchas situaciones no ven un perdedor y un ganador, sino que se pierde o se gana juntos. Se dice también que la escuela prepara demasiado a la competición y poco a la cooperación. Pero la motivación que en forma general se provee para empujar a cooperar con los otros es la de tener el mismo objetivo. No es equivocado, pero muchas veces es débil. Como hacer cuando los objetivos no son claros, cuando el trabajo es justo lo de definir un objetivo o cuando los objetivos de un grupo son solo parcialmente los mismos para todos los participantes. El ideal sería que la razón de la unidad estuviese en el origen y no al final. Ahora de estos partimos con Gerónimo. Ambos habíamos encontrado la experiencia cristiana, aunque en lugares y con personas distintas. Desde este punto partimos como posibilidad que las diferencias de opiniones, de ideas y de gustos no se volvieran fatales para la posibilidad de construir la obra común según un juicio más grande.

Es difícil que hoy en día se ponga la fe cristiana como raíz y fuente de un trabajo o de una obra común sin que parezca una idea como otra, una mirada particular y por lo tanto más capaz de dividir que unir a los hombres. Nos vino encuentro el trabajo que en aquel mientras Padre Luigi Giussani, fundador del movimiento católico de Comunión y Liberación, proponía. Se trataba de estudiar un texto, "El Sentido Religioso", fruto de sus muchos años de trabajo de enseñanza en la escuela y en la universidad. Un trabajo dirigido a despertar antes que nada un método de conocimiento que partiera de la realidad, no de lo preconceptos, que exaltase la razón, como capacidad de tener en cuenta todos los factores para llegar a un juicio, y acostumbrase la afección a amar la búsqueda de la verdad más que una ventaja particular. Propusimos este trabajo a todos los que querían profundizar las razones de la obra que íbamos desarrollando, como punto de partida para una real capacidad de compartir y comunicar experiencias diferentes.

Mientras la definición de los planes de las carreras progresaban, otras actividades tenían que ser desarrolladas. Unas más organizativas, como el proyecto y la construcción del edificio del nuevo Laboratorio de Electrónica Digital, que fue empezado en Mayo del 1987 para ser terminado en Marzo del año siguiente, o como la selección y las compras de los equipos; otras más de marco empresarial, como el buscar contratos para los servicios que el LED podría ofrecer a las empresas del Paraguay, produciendo recursos que integraran las cuotas de los estudiantes y permitieran el mantenimiento del Centro.

En realidad ninguna de estas cosas podía ser hecha sin que preguntas surgieren y todos fuéramos empujados a buscar criterios que nos permitieran dar un sentido a las elecciones que teníamos qué hacer. La característica de la historia del LED es que estos criterios fueron por la mayoría de los casos encontrados mirando la realidad de lo que ya se tenía y de que se hacía experiencia.

Así los programas de estudio iban formándose en la huella de la pasión y del gusto de los que habían estudiado y enseñado las distintas disciplinas, más que como consecuencia de análisis abstractas. La construcción del Centro fue seguida con el cuidado de quien construye su casa, más que como un edificio público, de todos y al final de nadie. La misma compra de los equipos se enlazó con la elección de direcciones que se volvieron estratégicas.

Es una característica de la informática y de la electrónica de no poderse enseñar en abstracto. Se tiene que elegir tecnologías que al final están presentes en productos ofrecidos por el mercado. Según lo que se hace y se elige, uno se puede encontrar más o menos atado a tecnologías que mueren o despegan, adelantadas o que se revelan viejas antes de lo que se esperaba. Elegir de utilizar en una Universidad productos bien difundidos en el mercado lleva a concebir el trabajo universitario como simple entrenamiento a la utilización de lo que ya existe. Dirigirse hacia productos adelantados y no muy difundidos tiene sus riesgos, pero permite acostumbrar a los estudiantes a la comparación con las tendencias, a la evaluación de los conceptos nuevos y de sus distintas realizaciones. Si se pudiera contar con recursos sin límite, el problema no sería tan grande, pues se podría adquirir todo lo nuevo que se quiere y echarlo enseguida. Pero esto no es así para la mayoría de las universidades del mundo y tampoco para la Universidad Católica de Asunción. Así nuestras elecciones de UNIX, sistemas con interfaz gráfico, redes de computadoras en 1987 no fueron tan obvias y sin conflictos, aunque el tiempo nos ha dado razón.

A cabo de 1987 los programas de estudios para todos los años estaban listos y el plantel inicial de profesores había sido constituido. El edificio de los laboratorios estaba por ser terminado. Había solo un problema no tan sencillo: las carreras no estaban todavía oficialmente aprobadas por el Ministerio de Educación y ya llegaba el momento en el cual los estudiantes, acabado el año probatorio, igual para todos, tenían que empezar los cursos.

Oscar Herrero Huscher, Rector de la UC, que había apoyado y empujado el programa desde sus comienzos, hizo sus averiguaciones y nos aseguró que se podía ir adelante. Tuvimos algunos momentos de dificultad siendo el programa de cooperación directamente relacionado con la creación de cursos de estudios reconocidos por el Estado. Finalmente empezamos. Miércoles 9 de Marzo 1988 en una clase de la Facultad de Ciencias y Tecnologías, presentamos los comienzos de los cursos a unos ochenta jóvenes estudiantes.

Yo no sé si es que aquellos primeros estudiantes buscaban algo distinto a los demás. Al final cualquier estudiante sabe muy poco de lo que va a hacer en la carrera que elige, y en esto, aquellos ochenta no estaban en una situación muy distinta de todos los otros estudiantes del mundo. Pero el lanzamiento de dos nuevos cursos en disciplinas de tecnologías adelantadas no podían no presentar un cierto desafío y con esto requerir un poco de espíritu de aventura.

El programa de estudio era muy intenso, con muchas horas de lecciones que empezaban a las siete de la mañana y ejercitaciones de laboratorio en la tarde. El contenido de los cursos había sido dibujado sin ahorro y sin duda el resultado final era tan amplio y serio que no se podría enfrentar sin dedicación total.

El primer año de universidad es un golpe para muchos, sin duda lo fue para los primeros ochenta estudiantes del Departamento de Ingeniería Electrónica e Informática de la Católica de Asunción. Un clima bastante bueno se había establecido entre estudiantes y profesores. La visita del Papa Juan Pablo II a Asunción en el Mayo del 1988 coincidió con el reconocimiento oficial de las carreras por el Ministerio de Educación y Culto, que fue anunciado y festejado en las clases. Pero signos de preocupación se empezaban a ver entre los estudiantes a medida que los meses pasaban y las pruebas parciales se acercaban. Creo que sus esperanzas fueran que todas aquellas demostraciones complejas que se le ilustraba en las clases fuesen parte del espectáculo pero ciertamente no algo que tenían que aprender totalmente.

Los primeros exámenes indicaron la verdad y con ella un resultado sin duda digital, siendo la mayoría de las notas unos o ceros sobre una escala de diez.

Se abrió una controversia muy fuerte y comprensible, siendo siempre la relación entre estudiantes y profesores muy delicada. ¿Son los profesores que no saben explicar o los estudiantes que no saben estudiar? ¿Es demasiado lo que se exige o es demasiado poco el compromiso del estudiante? ¿Alguien está diciéndome que yo no estoy hecho para esta clase de estudios? Pero, ¿cómo es posible que todos tengamos resultados tan malos si es que llegamos hasta aquí?

Tuvimos que abrir largos momentos de confrontación, y discusiones profundas para hacer entender que era lo que se quería realizar y que tipo de compromiso se tenía que desarrollar para alcanzar resultados.

La reconciliación fue festejada con un asado en el que seguimos hablando por horas a propósito de los criterios de las carreras y sus objetivos. Lo que es cierto es que después de estos acontecimientos los estudiantes que siguieron empezaron a concebirse como parte de algo muy especial, algo que no deja la vida como antes. Otras veces, en los años siguientes, la dificultades llevaron a momentos de tensión, pero la identidad del nuevo departamento se estableció en aquel entonces, como un lugar de duro desafío que, sin embargo, era capaz de proveer no solo preparación profesional sino también maduración personal.

En los últimos meses antes de partir de Italia había ido a conocer el profesor Giovanni Degli Antoni, director de la carrera de Ciencias de la Información de Milano. Me había llevado a encontrarle un estudiante de su carrera, Gianni Faccioli, que había conocido el proyecto que yo iba a realizar en Paraguay y quería desarrollar una colaboración. Degli Antoni se había quedado muy interesado y habíamos decidido seguir hablando de una posible investigación conjunta después que las bases del proyecto fuesen establecidas.

Fue en Agosto y Septiembre del 1988, cuando mi familia y yo estuvimos juntos en Italia, que volvimos a encontrarnos con Degli Antoni para poner las bases de un programa de investigación conjunta entre la Universidad de Milano y la Católica de Asunción. El objetivo de la investigación era el empleo de tecnologías multimediales e hypertextuales para la realización de una estación de trabajo universitario, que fue llamada Personal University. En esta ocasión le conocí a Luca Cernuzzi y Enrico Madona, dos estudiantes que estaban interesados en desarrollar su trabajo de tesis en el ámbito del proyecto Personal University. Luca y Enrico fueron a Paraguay el año siguiente, llevaron adelante un óptimo trabajo. Juntos también realizamos la primera conexión a Internet desde Paraguay, en el Septiembre de 1989, gracias a Richard Adams de UUNET, al que habíamos conocido en Chile, que nos había abierto una cuenta sin ningún costo.

Estos últimos hechos dicen como ya en el Octubre de 1988, alrededor de dos años desde el comienzo de la cooperación, el proyecto LED entraba en una fase de consolidación. Todos estábamos más ocupados en desarrollar los contenidos que a establecer los fundamentos y las infraestructuras.

Los laboratorios ya trabajaban en la producción de tarjetas electrónicas y de programas para computadoras, además de dar soporte para las prácticas de las carreras. Los cursos del primer año estaban por terminar.

El 25 de Noviembre de 1988 el primer edificio del LED fue inaugurado a la presencia del Arzoobispo de Asunción, del Embajador de Italia y del Rector de la Universidad Católica.

Muchas otras cosas se tendrían que decir de los años que he descrito y de los hechos que llevaron al nacimiento del LED, un nombre al final mantenido en los años, aunque lo que indica se haya desarrollado mucho más allá de las dos piezas iniciales. Tal vez la palabra laboratorio, conectado como está a la palabra labor, haya siempre gustado más a su gente de otros nombres menos concretos. Muchas otras personas tendrían que nombrar para reconocer a la contribución de todos. Algunos han dado recursos, otras ideas, otros trabajos. Todos ganaron de esta historia más de lo que pusieron.

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